
Con el paso de los años, su cuerpo se fue desfigurando cual cera que se derrite a la llama de una vela.El maquillaje que tiempo atrás sonrojaba sus mejillas, se difuminaba ahora vagabundo sobre el rostro amargo de la decrepitud. Y el espejo, que tanto la había querido antaño, reflejaba ahora la figura errante de quien lo fue todo y ya no es nada.
Los que en el pasado habían sentido el impulso de ir donde estaba, ya no se asomaban a su paso. Y ella habría deseado evitar este viaje, el tránsito a la vejez era un peaje demasiado caro para alguien tan orgulloso, pero el valor que le había faltado en otros momentos para decir “si”,tampoco le sobraba ahora para poner término a ese sufrimiento. A fin de cuentas, siempre había sido demasiado cobarde.
Evitar el vértigo de no importarle a nadie es difícil de sobrellevar cuando siempre se ha caminado de puntillas por el alambre ante la admiración de todos.
Pero ahora, era la persona más sola del mundo.
Ernetti
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