
Mientras ella levitaba, él era todo lo contrario: la esperaba haciéndose el encontradizo a la salida del trabajo, se cruzaba con ella persiguiéndola en todos los bares de copas e incluso coincidía con ella “casualmente” a la hora en que iba al supermercado a hacer la compra. Y de tanto que él le perseguía, tanto más que ella levitaba…y de tanto levitar y levitar y levitar, al final terminaron declarándola primero beata y después de muerta, Santa.
Hoy, él aún vivo, la visita todos los días en una pequeña capilla de la Catedral de su ciudad, donde una talla de madera con su figura, le recuerda a los fieles los “milagros” de Santa Paloma, que a pesar de no tener alas, intentó en más de una ocasión alzar el vuelo para escapara del acoso de su tenaz enamorado, que todavía, y después de muchos años, la visita y la recuerda.
Ernetti
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