
Francisco Fernández era un apasionado de la música. Lo que se dice un melómano. Además, El Creador le había dotado con una especial facultad no sólo para degustarla, sino incluso para interpretarla. Desde bien pequeño había demostrado sus habilidades con una mandolina o una bandurria entre sus manos.
Su gran pasión se habría de amalgamar, años más tarde, con su profesión: matemático teórico.
Un buen día, mientras sonaba en su iPod Karma Police de Radiohead, comprendió que las combinaciones entre figuras, silencios, claves y alteraciones en el pentagrama no eran infinitas. Sino todo lo contrario.
Por lo que, una vez que sintetizó la ecuación, pudo predecir que el fin de la música estaba cerca. Desde el Epitafio de Seikilos, y siguiendo el ritmo de creación mundial de canciones y partituras, el día 21/12/2012 se produciría definitivamente el colapso, y ya no existirían más canciones originales, sino que cualquiera que pretendiese componerse ya estaría registrada y habría sonado previamente.
Ese día, sería el día en que la música moriría para siempre...
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